Gran Sitio de Malta: Batalla en Mdina

 Introducción:


 La guerra en el Mediterráneo fue uno de los periodos más turbulentos en el siglo XVI, siendo el teatro de incontables combates entre las flotas berberiscas, otomanos, españoles y venecianos por la supremacía naval. No obstante, buena parte de esta época estuvo a favor de los movimientos otomanos en el tablero, pudiendo sitiar Malta después de los continuos desastres cristianos en Gelves y Préveza, el acoso marítimo de los corsarios berberiscos y las acciones de los almirantes otomanos Barbarroja o Turgut. Aquella expansión por mar del Imperio Otomano parecía imparable, estando como nuevo objetivo principal la conquista de Malta para la dominación del Mediterráneo central y a su vez, la eliminación de la piratería de los caballeros hospitalarios, los cuales, a pesar de su número. Representaban una espina molesta para las embarcaciones turcas. Los preparativos estuvieron listos y los comandantes se hicieron a la mar hacia su destino. Nadie podía prever que aquel sitio seria una grave derrota donde se produjo una batalla entre los españoles y otomanos en los instantes finales del mismo. Un tercio y jenízaro enfrentándose cara a cara en los campos de batalla.

 


 Largos fueron los meses que pasaron a medida que seguía el Sitio de Malta. El fuerte San Telmo había caído, pero el resto dirigido por La Valette resistía fieramente los embistes de los otomanos. En su desesperación, enviaba continuamente cartas para solicitar ayuda a García de Toledo. La prudencia del rey Felipe II impedía zarpar inmediatamente, haciendo la agonía de los caballeros mas lenta. Sin embargo, los otomanos tampoco estaban en sus mejores momentos. Las fuertes bajas en tan solo la caída de San Telmo y el desgaste sufrido por el ambiente de la isla. Agotaba a sus fuerzas, estando su moral pendiente de un hilo. El almirante Turgut había muerto alcanzado por una bala, la comida escaseaba y las enfermedades menguaban las filas de las tropas, pese a tener mejores sistemas sanitarios para las campañas militares. Mustafá tenía una soga en el cuello. ¿Cómo podía explicarle al Sultán tal derrota? Desde hace semanas recibía cartas de Solimán, quería una información total de la situación en Malta:

«He enviado de vuelta a ti al oficial Abdi, que me trajo algunas buenas noticias sobre la conquista de ciertas torres en el puerto de la fortaleza de Malta. Pero hasta ahora sigo sin noticias tuyas. He decretado que me envíes información sobre el sitio de Malta. ¿Tienes bastantes provisiones y armas para los soldados? ¿Está cerca el día de la conquista de la fortaleza de Malta? ¿Has avistado alguna armada enemiga? Debes enviarme información sobre la situación de la armada enemiga y de la nuestra. Hasta ahora te he enviado siete barcos con provisiones. ¿Han llegado? Mándame mensajes sobre ello» Una de las cartas de Solimán a Mustafá Pacha el 25 de agosto de 1565 al ser ignorado por su general de los sucesos en Malta.

 


 Mustafá había empezado lo inevitable, pese a sus temores. La artillería otomana fue poco a poco desmantelada para su posterior reubicación en las embarcaciones turcas. Y mientras todo eso sucedía, García de Toledo obtuvo el visto bueno para hacerse a la mar y dirigirse a Malta. El 28 de agosto había zarpado la flota, sin embargo, una tormenta azoto los mares. Mástiles y remos se rompían de la fuerza de aquella agitación y los hombres poco o nada acostumbrados a los viajes marítimos estaban atemorizados y rezaban a Dios, haciendo sus respectivas promesas. Por suerte, la flota entera había sobrevivido de una posible catástrofe, pero los vientos los desviaron de su ruta, hasta Trapani, en la costa occidental de Sicilia. Fueron largas semanas donde la flota debía reunirse en distintos puntos donde la tardanza era general y el viento en contra, les hizo rodear por completo Malta. Y tras avistar la flota otomana, regresaron a Sicilia inmediatamente. Gracias a su fuerza, García impidió que sus tropas desertaran después de esa aventura que los había dejado mareados. Finalmente, se logro partir el 6 de septiembre rumbo a Malta por el estrecho, navegando en silencio y con la esperanza de encontrar a la flota otomana por sorpresa, pero esto no sucedió al ser vistos por las patrullas del corsario Uluj Ali. Los generales otomanos estuvieron en la tienda del comandante discutiendo con respecto a esta flota. Mustafá Pacha decidido proseguir con el asedio, pese a tener a la flota cristiana merodeando. Realizarían un ultimo asalto y luego se marcharían, por lo tanto, el 7 de septiembre los otomanos volvieron a las trincheras y Mustafá ordeno que Uluj Ali se uniera al asalto con sus embarcaciones. Mala fortuna tuvo cuando dos horas después García de Toledo pudo desembarcar sus fuerzas en la cercana bahía de Mellieha, siendo diez mil soldados entre españoles, italianos, mercenarios y algunos hospitalarios. Tras recibir esa noticia, las tropas otomanas iniciaron su retirada con una gran eficacia, logrando reembarcar los equipos y provisiones a un buen ritmo. En tanto los otomanos terminaban de marcharse, las tropas desembarcadas se dirigían a Mdina después de un viaje demasiado agotar y ahora con altas temperaturas por el día, había ocasiones en que dejaban sus suministros por el peso y mas añadido la armadura o armas. Era una autentica tortura, pero igualmente llegaron a su destino tras recibir ayuda maltesa. Todo apuntaba a que seria una huida otomana, pero Mustafá cambio de parecer cuando recibió la información de un desertor morisco que había sido obligado a convertirse al cristianismo. 



 Describió que los refuerzos tan solo eran seis mil hombres desnutridos y que apenas podían mantenerse en pie por el viaje, además que sus comandantes estaban luchando por el mando. Lanzo los dedos por esta oportunidad, por lo que al amanecer del 11 de septiembre. Diez mil de sus soldados desembarcaron amparándose de la oscuridad, mientras que la flota se dirigía a la bahía de San Pablo. Nuevamente la mala suerte atacaba a Mustafá, suplan fue filtrado por un traidor sardo que cambio de bando. La Valette aviso rápidamente a las tropas de Mdina y la fuerza de socorro, por la mañana, se dispuso a marchar al encuentro. Entre estas tropas, se hallaban muchos soldados españoles veteranos de las guerras italianas, bien acostumbrados al campo de batalla y con experiencia en los combates con formaciones, siendo los conocidos tercios de los Austrias. El ejercito otomano descanso por unos breves momentos. Mustafá tenía la visión que sus soldados estarían exhaustas al subir la colina en Mdina, hacerlo solo traería un punto muerto donde ambos bandos esperarían que uno moviese sus peones. Della Corgna le parecía correcto permanecer en la ciudad, sus fuertes murallas los protegería y estaban instalados allí cómodamente. Otros como Don Álvaro vacilaban por sus experiencias en Djerba, queriendo una actitud mas agresiva. Según decía, exhibir la artillería y el esto del ejercito podrían ser suficientes para espantar a los turcos. Al cabo que seguían discutiendo, Vitelli realizo un reconocimiento de los movimientos otomanos, observando que se dirigían a un montículo. Y tomando las cartas en el asunto. Grito a sus hombres «Capitanes, soldados de honor, este no es el momento de detenerse y pensar - Vayamos con espíritu y sin ninguna duda volveremos a llevar la victoria esperada». Sus hombres respondieron: «¡Sant'Iago, adelante y hacia ellos!». El empujo suyo fue estremecedor, rechazando dos veces a los turcos. Quiso más y se dirigió a otra colina donde saco a los otomanos de ella. Una pequeña victoria, pero relevante.

 

«Después de que el amanecer se convirtió en mediodía, reunió a las tropas y las dispuso para el combate; los viles infieles, por ese acto de valentía, se llenaron de miedo y ya se habían vuelto para escapar, cuando un infiel se acercó a un cobarde del ejército musulmán y lo golpeó y ese hombre comenzó a levantar lamentos» Relatos otomanos.

 


 Las banderas españolas fueron desplegadas y los tamborileros tocaron su ritmo militar. Ambos ejércitos habían plantado sus caras en el campo de batalla, formando los cuadros de infantería y una vez se terminaban de organizar sus fuerzas, esperaban ordenes de sus comandantes. Una batalla final estaba a punto de decidirse en Mdina. Ni la disciplina de los tercios impidió la arremetida de estos al correr a hacia las tropas otomanas quienes iniciaban el avance por igual. Tenían su furia acumulada, no obstante, esto no iba a atemorizar a los otomanos. En la Torre de Falca, realizaron una formación defensiva, en tanto descendían por la ladera el enemigo e incluso flanqueaba por la izquierda. Esta posición permitió una lluvia de arcabucería, siendo esta ubicación clave para el resto de la batalla. Una segunda oleada otomana fue en apoyo del frente, pero esto no fue suficiente para detener la embestida de Vetilli con sus toscanos, deteniendo el avance musulmán, hasta hacerlo retroceder poco a poco. La situación de sus fuerzas hizo que ordenara a los jenízaros y un puñado de auxiliares mantenerse en una posición privilegiada de tiro, mientras tanto se comenzaba una disciplinada retirada. Una jugada audaz, estando aún bajo fuego cristiano. Algunos soldados cristianos comenzaron a colapsar por la pesada armadura que tenían cuero acolchado o algodón pesado. Era un día caluroso, poniendo más difícil el combate a los cristianos, los cuales tenían una disciplina muy baja en esos momentos. Las tropas españolas, dejaban de luchar por unos instantes para encontrar algo por lo que robar en los cadáveres musulmanes. El avance desigual ayudo a los jenízaros a realizar una serie de líneas defensivas, deteniendo lo suficiente a los españoles y así proseguir con la siguiente fase de la retirada. Mustafá mantuvo la cabeza, encabezando las distintas secciones de su ejército. Mostro una frialdad sin igual, aunque no ganara la batalla, salvo muchas vidas otomanas. Ni la muerte de su propio caballo lo perturbaba. Mustafá y Aluj ubicaron a sus mejores tropas otomanas en los puntos estratégicos para conseguir tiempo a la retirada otomana. Al final, la distancia entre la línea final turca se hizo más corta, acercándose la caballería. Esta misma fue aniquilada por la el fuego de los arcabuces, teniendo un efecto muy deseado. Sande había caído de su montura, pero otra vez fue al ataque con el resto de la caballería. El Bey Hassan Pasha de Argel, le fue encomendada la tarea de defender su posición, el nuevo ataque de Sande fue a la carga, pero de nuevo fue interrumpida por dos descargas de plomo, siendo frustrado el contrataque entre gemidos de caballos y el grito de los jinetes.



 A medida que iban llegando los primeros soldados a las playas, Piali ordeno que fueran enviados los botes para llevarlos a las galeras. En esos momentos, la infantería cristiana llegaba al lugar de las ultimas unidades de caballería de Sande, empezando la ofensiva contra las líneas de Hassan . El frente de batalla había llegado al alcance de tiro de las embarcaciones de Piali, quien tenia sus cañones listos para bombardear al enemigo. Los últimos instantes de la batalla fueron un caos, siendo un combate donde se utilizaba cualquier arma a disposición para luchar. El ruido de la pólvora sonaba por doquier y las espadas chocaban cada vez. Y como se había dicho anteriormente, cualquier arma era utilizada para combatir. Piali empezaba a acostumbrarse por la a conglomeración de hombres en las playas. Muchos no podían entrar en los botes o se volcaban. Algunos españoles muy valientes corrieron hasta la playa, una vez que la batalla se acerco demasiado a la Bahía de San Pablo, hundiéndose el frente otomano. Se ordeno que las galeras se acercaran a la costa para embarcar a los hombres y mediante los cañones, apoyar en lo mejor posible la retirada turca. Della Corgna y Don Álvaro detuvieron el avance en vista del daño de los cañones de las galeras musulmanas. Y esperaron a que los catorce cañones de Vitelli fueran arrastrados a la bahía para terminar el trabajo al día siguiente. Una hora aproximadamente había durado los combates en la orilla. El número de hombres fue disminuyendo a medida que morían o se retiraban. Pronto solo quedaron cadáveres o heridos en el campo, habiendo terminado esa cruenta batalla. Hasta el anochecer, las galeras otomanas permanecieron en la costa. Tal vez desafiantes o atendiendo a los heridos e incluso puede que Mustafá se preguntase si aun quedaban fuerzas en sus tropas restantes. A esa última tenía su respuesta: «Habiendo perdido a muchos de sus remeros por privaciones, fatiga y escasez de necesidades, habiendo usado el armamento de las galeras en la guerra para hacer puentes y máquinas de guerra contra los fuertes, se hizo necesario que esas galeras mejor equipadas remolcaran muchos barcos». A la puesta del sol, el viento había cambiado. La flota de Piali se dispuso a navegar a Constantinopla y los corsarios se dirigieron a sus hogares en el Norte de África. Poniendo fin al Gran Sitio de Malta.

 


 Esta sería la única batalla a campo abierto que aconteció un combate a campo abierto entre un ejercito otomano y los tercios españoles. Una lucha sin igual, pese a la debilidad otomana por meses de fatigas, enfermedades y mala alimentación por el sitio. Otorgaron una fuerte pelea. Y los tercios dieron un espectacular papel, a pesar de la desnutrición y el agotamiento por el viaje en el mar, aunque era inferior este mismo, teniendo dos días de descanso y algo de buena comida.

 

Fuentes:

Imperios del mar: La batalla final por el Mediterráneo, 1521 1580 – Roger Crwoley.

The Great Siege of Malta:  The epic Batle between the Ottoman Empire and the Knights of ST. John - Bruce Ware Allen.

Solimán el Magnifico – Arre Caballo

Comentarios